viernes, 20 de diciembre de 2013

El campo de trabajo más corto de la historia

Las hijas de Edward Darley, de John Singer Sargent

En la adolescencia de J el verano con él era fascinante: nos despertábamos con rap y nos acostábamos con el Messenger. En el intermedio le oíamos jugar con el ordenador, con la PSP o mantener interminables charlas por teléfono. Cualquier cosa menos una actividad que supusiera estar en silencio. El verano con J era una fiesta. 

El resto de la familia no podíamos con tanta fiesta. Nos moríamos por un instante de sosiego y silencio. Comencé a devanarme los sesos. Qué hacer para que todos pudiéramos sobrevivir a tan tórrido verano. Se me ocurrió la idea de un campo de trabajo. Comencé las gestiones para conseguir que le admitieran fuera de plazo y las negociaciones con él para que accediera a ir. La verdad es que fue bastante fácil con J, le encantan los cambios, le pareció atractiva la idea de estar lejos del control de su madre. 

Le llevamos entre suspiros de alivio y numerosas recomendaciones: pórtate bien; haz lo que te dicen; no hagas ninguna picia; sí, ama; por supuesto, ama; ya soy mayor, qué te piensas...

Volvimos en silencio las cuatro horas de viaje, ninguno de nosotros quería romper una atmósfera tan preciada. Llegamos a casa recomponiendo el ánimo, pensando que después de todo, el verano no era una estación tan mala. A la mañana siguiente los vecinos me saludaron con otro gesto en el ascensor, fue maravilloso despertarse sin ese rap atronador.

Cuando a los dos días llamé para saber de él, la coordinadora me dijo que había tenido una bronca importante, que a ver qué es lo que le pasaba. Primer round. Fue cuestión de días que me llamaran diciéndome que fuera a buscarle. 

El verano para nosotros fue muy largo ese año.


domingo, 15 de diciembre de 2013

Su primer trabajo

Family Portrait, de Boris Kustodiev


Querido X:

J empezó a trabajar el lunes limpiando un polideportivo, de 5 a 11 de la mañana. El horario no es muy integrador que se diga pero de momento es lo que hay. El primer día fue bien, el segundo se acostó a las 2 para levantarse a las 4.15 y el tercero les dijo que tenía que hacerse un análisis y se marchó a las 8.30 para no volver. Tremendo berrinche el que me llevé cuando lo supe. Su excusa fue que "estaba agotado". Lo comprendo perfectamente, a mí también me pesan la cantidad de años que llevo trabajando, pero vaya, que si está cansado al tercer día de trabajo... apaga y vámonos.

Inútil decirle que algo tiene que hacer, que si no quiere estudiar tendrá que trabajar. Cuántas veces repetimos lo mismo los padres... En fin, confiemos en que siga bien, en que vaya cada día, que se acueste pronto y que trabaje y tenga buena actitud con sus compañeros y un poco de respeto con la encargada. No está fácil, pero hay quien cree en Dios, ¿no? ¿por qué no voy a creer yo en los milagros?

Sigue con salud.



domingo, 8 de diciembre de 2013

La mujer habitada

Portrait of a Child, de Frederic Leighton


Querido X:

J falta a clase cada vez con más frecuencia. Es un ámbito en el que se siente como un pulpo en un garaje, no comprende de qué hablan, se aburre y se marcha. A veces se queda en el mismo centro, en el aula de ordenadores, otras veces se va al súper a comprar las chucherías que le encargan sus compañeros y otras va a su antiguo colegio, que está cerca. 

Me produce desasosiego, porque no sabes dónde parará y te da la sensación de que el chaval anda por ahí, un tanto perdido. Por fortuna en el centro se están portando muy bien con él, no le exigen rendimiento y asumen que esté en clase sin más. Sigo con la red de su sicólogo, el educador, la sicóloga del Centro de Servicios Sociales y la siquiatra del ambulatorio. Cuando no tengo reunión con uno la tengo con el otro. Gioconda Belli tenía un libro que se titulaba "La mujer habitada" y así me siento yo, "habitada" por este hijo, llenos de él mi pensamiento y mi corazón y con muy pocos huecos para otros asuntos.

Está siendo un auténtico shock descubrir que las alteraciones de J son estructurales, que no se le pasarán con la adolescencia. Hace tiempo que tenía asumido que algo pasaba con J, pero en algún lugar recóndito de tu alma siempre albergas la esperanza de que con los años mejore, de que pueda hacer una vida autónoma y socialmente adaptada. Ahora todos dicen que está siendo una auténtica marea descubrir estos daños tan importantes en los niños adoptados. Y que en el futuro serán muy numerosos cuando "las niñas chinas" y "los niños del Este" se hagan mayores y sus problemas crezcan con ellos y resulten irresolubles, como los de J.

No dejes de escribirme. 

lunes, 2 de diciembre de 2013

Elliot no volvió a ser el que era

The Turkish Page, de William Merritt Chase

Cuenta Antonio R. Damasio en su libro "El error de Descartes" la historia de un paciente que fue operado de un tumor cerebral. La operación fue un éxito, excepto por el terrible cambio que se operó en la personalidad de Elliot:

"Considérese cómo empezaba el día: necesitaba que se le animara a despabilarse por la mañana y a prepararse para ir a trabajar. Una vez en el trabajo era incapaz de administrarse adecuadamente el tiempo; no se podía confiar en que cumpliera un programa de trabajo. Cuando la tarea implicaba interrumpir una actividad y seguir con otra, podía seguir a pesar de ello con la primera, aparentemente perdiendo de vista su principal objetivo. O bien podía interrumpir la actividad que había iniciado para dedicarse a alguna otra cosa que encontrara más atractiva en aquel momento particular."

Elliot perdió su trabajo y se dedicó a negocios arriesgados: "Los nuevos negocios iban desde la construcción de viviendas a la gestión de inversiones. En uno de estos negocios se asoció con un personaje de mala fama. No sirvieron de nada varias advertencias de los amigos, y el negocio acabó en bancarrota. Todos sus ahorros los había invertido Elliot en la malaventurada empresa, y todos se perdieron. Era extraño ver a un hombre de su experiencia embarcado en negocios y decisiones financieras tan equivocados.

"Su esposa, sus hijos y sus amigos no podían comprender por qué una persona inteligente a la que se había advertido previamente podía actuar de forma tan necia, y algunos de ellos no pudieron soportar este estado de cosas. Hubo un primer divorcio. A continuación un breve matrimonio con una mujer que no era bien vista por la familia ni por los amigos. Después otro divorcio. Después siguió yendo a la deriva, sin ninguna fuente de ingresos y como golpe final para los que todavía se preocupaban y observaban desde la barrera, la denegación de los subsidios de incapacidad de la seguridad social.

"Las prestaciones de Elliot se restablecieron. Expliqué que sus fracasos estaban en realidad causados por una condición neurológica. Ciertamente, todavía era físicamente competente y la mayoría de sus capacidades mentales estaban intactas. Pero su capacidad de alcanzar decisiones estaba dañada, como lo estaba su capacidad de trazarse un plan efectivo para las horas siguientes, por no decir ya los meses y los años de su futuro. Estos cambios no eran en absoluto comparables a los lapsos de juicio que nos visitan de vez en cuando. Los individuos normales e inteligentes de educación comparable se equivocan y toman decisiones erróneas, pero no con estas consecuencias sistemáticamente calamitosas. Los cambios en Elliot tenían una magnitud mayor y eran un síntoma de enfermedad. Tampoco dichos cambios eran consecuencia de una antigua debilidad de carácter, y desde luego no eran controlados voluntariamente por el paciente; su causa básica, simplemente, era una lesión en un sector determinado del cerebro. Además, los cambios tenían un carácter crónico. La condición de Elliot no era transitoria. Iba a perdurar.

"La tragedia de este hombre, de otro modo sano e inteligente, es que no era ni estúpido ni ignorante, y sin embargo solía actuar como si lo fuera. La maquinaria de su toma de decisiones estaba tan estropeada que ya no podía ser un ser social eficaz. A pesar de verse enfrentado a los desastrosos resultados de sus decisiones, no aprendía de sus errores."

La descripción que hace Damasio de las características de este paciente se parece alarmantemente a  algunos de los aspectos más llamativos de la personalidad de J: no es capaz de tomar las decisiones adecuadas, no aprende de sus errores, no es estúpido ni ignorante y sin embargo, a menudo actúa como si lo fuera. ¿Qué pasó con Elliot? Que vivió el resto de su vida bajo la tutela de un hermano sin que pudiera volver a ser el que era antes de la intervención. ¿Qué pasará con J? Que con suerte vivirá el resto de su vida bajo la tutela de su madre.