miércoles, 26 de febrero de 2014

Soltando amarras

Mujer con un vestido amarillo, de Max Kurzweil

Querido X:

J sigue con su novia, es abandonado por su novia, la recupera, se ralla, ella suelta el cabo que los une, J vuelve la vista hacia otro lado y entonces ella retoma la cuerda, tira con fuerza, todo vuelve otra vez a su ser. J se desespera un poco, pero solo un poco, porque siempre está disponible para ella. Viene con grandes marcas de chupetones en el cuello y parece que le gusta que ella le marque, ¿tal vez porque significa que tiene dueño? Es transparente y es un enigma a la vez. 

He decidido soltar amarras, no consigo nada intentando controlarle, mantener su vida en un estándar aceptable, no hago más que luchar contra él. Voy a dejar de buscarle trabajo, de buscar formación, de ser yo la que acuda a la siquiatra por si él no va, de pedir disculpas a todo quisqui, de hacer bizcochos a diestro y siniestro para ablandar voluntades. 

Tal vez las cosas sigan igual, tal vez vayan peor (la verdad es que me parece demasiado ingenuo pensar que pueden ir a mejor), y si van peor es preferible tocar fondo cuanto antes. Perpetuar esta situación de "yo construyo, él destruye" no conduce a nada. 

No me resulta fácil, si estuviéramos hablando mi voz me habría traicionado, debería buscar un emoticono que se emocionara para transmitir el tono de voz a estas líneas, pero creo que debo hacerlo. Hay momentos en la vida en los que hay que modificar nuestro comportamiento y creo que este es uno de ellos. En fin...

Sigue con salud.

miércoles, 19 de febrero de 2014

En sus zapatos

The model, de John Singer Sargent

Hay un ejercicio estremecedor que conviene hacer de vez en cuando: tratar de mirar el mundo con los ojos de J. Contemplar la turbulencia de su futuro, la inseguridad del presente y el desquicie del pasado. Seguramente es una tarea vana porque no es fácil ponerse en el lugar del otro, ponerse en sus zapatos que dicen los ingleses, pero ese ejercicio ayuda a ser menos severos con él.

Es en parte lo que consiguen las películas, las novelas... que comprendamos comportamientos y sentimientos que nos son ajenos. A veces solo identificándonos con un personaje de ficción, con el protagonista de una película podemos comprender cómo se sienten un homosexual o una persona sin techo.

Trato de comprender que J se levanta y tiene que cumplir unas normas, como todos, pero para él no tienen un objetivo como lo tienen para los demás, uno va a trabajar porque espera cobrar a fin de mes y con ese dinero pagar la hipoteca, la comida, el cine, la gasolina y las vacaciones. Pero J, ¿a qué aspira? o lo que es más inquietante aún, ¿existen para él aspiraciones? ¿o son solo aspiraciones de los demás?

Hay una película española recientemente estrenada, "La herida", que nos ayuda un poco en esta tarea de comprender qué difícil es para algunas personas llevar a cabo lo que para otros es simple rutina. Acérquense al cine, no es una película fácil pero les hará mejores personas.

viernes, 14 de febrero de 2014

En verano los días alargan mucho

Meisje in witte kimono, de George Hendrik Breitner

La vida de J es un constante despropósito al que es imposible poner vallas, es como el campo. Ha estado un par de semanas viviendo en casa de una pareja que eran unos buenísimos amigos, tan buenos que cuando le echaron para hacer sitio a un marroquí que les abastece de droga, tiraron su  ropa y su cartera al contenedor de la basura para ahorrarle el trabajo de tener que ir a buscar nada.

Mientras, mi hijo continúa su romántica relación con O, tan romántica que no salen de casa, cómo van a salir si la chiquitina se pasa todo el día durmiendo. Cuando se despierta, sale de farra pero entonces le molesta J porque ella se va con sus amigas y sus amigos y J, ábrete que ahora no me haces falta. 

Se podría pensar que J no tiene carácter, pero nada más lejos de la realidad, a J se le caen las gafas y se cabrea tanto que las pisa, ¡qué coño se piensan las gafas! Se carga un cristal que vale 300 € pero sin problema, llamamos a la ama y asunto resuelto en un pis pas. Tan resuelto que va la madre y no solo encarga el cristal roto,  sino que además le hace unas gafas de repuesto porque sin ellas su querido hijo no ve ni la parada del bus en la que se tiene que bajar. 

Como esto sucedía en Agosto y  además era Semana Grande, las gafas tardaban una semana por lo menos, tiempo en el que J está ciego perdido. La que suscribe, mientras, encuentra unas "viejas" a las que les falta una patilla y corre a la óptica a que se las arreglen por favor, por favor. En la óptica alucinan viendo el grandísimo desastre de hijo que tengo, aunque siempre hay alguien que se apiada de mí y me ayuda, esta vez encontraron una patilla, se la encajaron, lo agradecí... y a J le duró dos días dos: según la versión oficial, alguien le dio un codazo, el cristal saltó y, como era en la playa y de noche, nos volvimos a quedar sin gafas.

La madre de esta historia se pasa la vida debatiéndose entre dejar al chiquitín asumir las consecuencias de sus desatinos o compadecerle y ayudarle. Tan pronto me cabreo como una mona y juro que se acabó, que conmigo no cuente más, como me muero de pena por él y me pongo a llorar como una magdalena. Y entre esas dos actitudes me aferró al resto de mi vida, a cualquier cosa para no permitir que ese hijo me devore. Y sorteo mi vida normal, con la atención a él, con las consultas con la siquiatra, con la petición de ayuda a la asistente social, con la búsqueda de recursos. A veces la vida me parece muy difícil, demasiado costosa. 

Fue un verano de días muy largos, seguidos de otros días aun más largos. Es lo que tiene el verano, que los días alargan mucho.

martes, 4 de febrero de 2014

Mater amantísima

Mother with Child, de Quincy Verdun

No sé a ustedes pero a mí me llama la atención que cuando una mujer famosa tiene un hijo, lo más importante que ha hecho en su vida ha sido tener ese hijo. Pero solo por ser madres no conocemos a, pongamos, Paula Echevarría o Elsa Pataky, las conocemos porque son actrices.

¿A qué viene esto? Pues a que en mi opinión hay mucha mitificación en torno a la maternidad. Si eres madre se espera de ti que seas madre a tiempo completo y si no, la culpa te roerá el corazón por los tiempos de los tiempos. Tu cuñada, tu hermana, tu suegra o tu madre se ocuparán de hacerte saber lo mala madre que eres.

Y si tienes un hijo con una enfermedad especialmente invalidante la sociedad espera que la madre le dedique su vida, se olvide de sí misma e incluso de sus otros hijos y de su pareja. Esa madre debe ser una madre-coraje, una mater-amantísima. Y, ojo, no digo que una no pueda serlo, solo digo que debería poder elegir.

Así las cosas, es tentador ponerse el traje de víctima y recibir la compasión y la admiración de los demás. Será un viaje por el lado oscuro de la luna con ese hijo que nos ha tocado en suerte, tendremos una vida con sentido, tendremos algo a lo que dedicar nuestro afán de cada día, pero creo que esa dedicación absoluta no es buena. No es buena para el hijo ni para la madre, ni por supuesto para otros hijos si los hubiera.

Como sociedad no deberíamos premiar esos comportamientos de sacrificio materno-filial porque se convierten en tóxicos para todo el entorno familiar y generalmente, ni siquiera consiguen "salvar" al hijo al que se entrega la vida.