lunes, 2 de diciembre de 2013

Elliot no volvió a ser el que era

The Turkish Page, de William Merritt Chase

Cuenta Antonio R. Damasio en su libro "El error de Descartes" la historia de un paciente que fue operado de un tumor cerebral. La operación fue un éxito, excepto por el terrible cambio que se operó en la personalidad de Elliot:

"Considérese cómo empezaba el día: necesitaba que se le animara a despabilarse por la mañana y a prepararse para ir a trabajar. Una vez en el trabajo era incapaz de administrarse adecuadamente el tiempo; no se podía confiar en que cumpliera un programa de trabajo. Cuando la tarea implicaba interrumpir una actividad y seguir con otra, podía seguir a pesar de ello con la primera, aparentemente perdiendo de vista su principal objetivo. O bien podía interrumpir la actividad que había iniciado para dedicarse a alguna otra cosa que encontrara más atractiva en aquel momento particular."

Elliot perdió su trabajo y se dedicó a negocios arriesgados: "Los nuevos negocios iban desde la construcción de viviendas a la gestión de inversiones. En uno de estos negocios se asoció con un personaje de mala fama. No sirvieron de nada varias advertencias de los amigos, y el negocio acabó en bancarrota. Todos sus ahorros los había invertido Elliot en la malaventurada empresa, y todos se perdieron. Era extraño ver a un hombre de su experiencia embarcado en negocios y decisiones financieras tan equivocados.

"Su esposa, sus hijos y sus amigos no podían comprender por qué una persona inteligente a la que se había advertido previamente podía actuar de forma tan necia, y algunos de ellos no pudieron soportar este estado de cosas. Hubo un primer divorcio. A continuación un breve matrimonio con una mujer que no era bien vista por la familia ni por los amigos. Después otro divorcio. Después siguió yendo a la deriva, sin ninguna fuente de ingresos y como golpe final para los que todavía se preocupaban y observaban desde la barrera, la denegación de los subsidios de incapacidad de la seguridad social.

"Las prestaciones de Elliot se restablecieron. Expliqué que sus fracasos estaban en realidad causados por una condición neurológica. Ciertamente, todavía era físicamente competente y la mayoría de sus capacidades mentales estaban intactas. Pero su capacidad de alcanzar decisiones estaba dañada, como lo estaba su capacidad de trazarse un plan efectivo para las horas siguientes, por no decir ya los meses y los años de su futuro. Estos cambios no eran en absoluto comparables a los lapsos de juicio que nos visitan de vez en cuando. Los individuos normales e inteligentes de educación comparable se equivocan y toman decisiones erróneas, pero no con estas consecuencias sistemáticamente calamitosas. Los cambios en Elliot tenían una magnitud mayor y eran un síntoma de enfermedad. Tampoco dichos cambios eran consecuencia de una antigua debilidad de carácter, y desde luego no eran controlados voluntariamente por el paciente; su causa básica, simplemente, era una lesión en un sector determinado del cerebro. Además, los cambios tenían un carácter crónico. La condición de Elliot no era transitoria. Iba a perdurar.

"La tragedia de este hombre, de otro modo sano e inteligente, es que no era ni estúpido ni ignorante, y sin embargo solía actuar como si lo fuera. La maquinaria de su toma de decisiones estaba tan estropeada que ya no podía ser un ser social eficaz. A pesar de verse enfrentado a los desastrosos resultados de sus decisiones, no aprendía de sus errores."

La descripción que hace Damasio de las características de este paciente se parece alarmantemente a  algunos de los aspectos más llamativos de la personalidad de J: no es capaz de tomar las decisiones adecuadas, no aprende de sus errores, no es estúpido ni ignorante y sin embargo, a menudo actúa como si lo fuera. ¿Qué pasó con Elliot? Que vivió el resto de su vida bajo la tutela de un hermano sin que pudiera volver a ser el que era antes de la intervención. ¿Qué pasará con J? Que con suerte vivirá el resto de su vida bajo la tutela de su madre.

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