lunes, 31 de marzo de 2014

Era el cerebro, no la mente, y II

Someday, Some Morning, Sometime; de Paula Rubino

"...Cuando obtuvimos una imagen de su cerebro por resonancia magnética, encontramos, como era de esperar, lesiones cerebrales comparables a las de pacientes adultos con lesiones prefrontales. Habíamos estudiado pacientes similares, todos los cuales mostraron la misma relación entre comportamiento social anómalo y lesiones prefrontales. Nuestro equipo está desarrollando programas de rehabilitación para este tipo de pacientes.

No estamos sugiriendo que todo adolescente con un comportamiento similar tenga una lesión cerebral no diagnosticada. Sin embargo, es probable que muchas personas con conducta similar sin que ésta sea debida a la misma causa, tengan un funcionamiento anómalo del sistema cerebral parecido al que ha sufrido lesión. El funcionamiento anómalo puede ser debido a un defecto en la operación de los circuitos neuronales a nivel microscópico. Un defecto tal puede tener varias causas, desde la emisión anómala de señales químicas sobre una base genética a factores sociales y educativos.

Dada la organización cognitiva y neuronal que hemos comentado anteriormente, podemos comprender por qué sufrir una herida en la región prefrontal en los primeros años de vida tiene consecuencias devastadoras. La primera consecuencia es que las emociones y los sentimientos sociales innatos no se despliegan normalmente. En el mejor de los casos, esto hace que los jóvenes pacientes interactúen de manera anómala con los demás. Reaccionan de manera inadecuada en una serie de situaciones sociales y, a su vez, otros reaccionarán de forma inapropiada hacia ellos. Los jóvenes pacientes desarrollan un concepto sesgado del mundo social. En segundo lugar, no consiguen adquirir un repertorio de reacciones emocionales adaptadas a acciones previas específicas. Ello se debe a que el aprendizaje de una conexión entre una acción concreta y sus consecuencias emocionales depende de la integridad de la región prefrontal. La experiencia del dolor, que es parte del castigo, se desconecta de la acción que causó dicho castigo, y así no habrá recuerdo de su conjunción para el uso futuro; lo mismo sucede con los aspectos placenteros de la recompensa. En tercer lugar, existe una acumulación individual deficiente del conocimiento personal sobre el mundo social. La categorización de situaciones, de respuestas adecuadas e inadecuadas, y el establecimiento y conexión de convenciones y normas, quedan distorsionados".

Antonio Damasio: En busca de Spinoza

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