miércoles, 11 de septiembre de 2013

Hay días en los que no quiero estrangularle

Boy in a Blue Shirt, de Amadeo Modigliani

Todos tenemos días encantadores y J también. Algunos días se levantaba colaborador y contento, casi como con ganas de empezar una nueva vida. En esos días era una maravilla estar con él, ayudaba a guardar las cosas en el lavavajillas, se duchaba sin protestar y me acompañaba al súper. Hacía la lista de la compra con esa letra de niño apretada y redondita que le exigía una concentración extrema. Llevaba el carro, pesaba la fruta, me organizaba: "Ama, vete tachando lo que ya hemos cogido" y sobre todo pedía y pedía:

-Ama, mira, galletas de Dinosaurio, ¿me compras?
- No, seguro que te comes todo el paquete en cuanto me dé media vuelta, mañana cuando me vaya a correr te las comes.
-Bueno, no importa que no me las compres, -aquí es cuando yo le toco la frente a ver si tiene fiebre y ante semejante conformidad no puedo resistir el sentimiento de ser peor que la madrastra de Blancanieves-.
-Vale, las compramos, venga, cógelas.

Y así va discurriendo nuestra visita al súper. Como es tan activo, no hace falta decirle las cosas que le gusta hacer, meter las cosas en las bolsas, llevarlas al coche, meter el ticket para pagar el parking...  Y entonces yo voy sintiendo que me derrito de cariño y me olvido del propósito de estrangularle con el que me suelo despertar por las mañanas.

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