miércoles, 23 de octubre de 2013

Cada cual arrastra su historia

El valle de Régil, de Clara Gangutia

Se oyen ruidos de platos que entrechocan de fondo. Un hombre canturrea con una voz rota por el tabaco y el alcohol: "qué bonita es la vida, qué bonita es la vida", mientras va poniendo las mesas. Espero en una esquina de la entrada a que mi hijo termine una entrevista. Una de esas a las que ya estamos acostumbrados los dos, una más.

Una más de la que, sin embargo, una siempre espera que despunte algo que encarrile sus pasos, que por fin encuentre un lugar en el que se sienta bien, que haya trabajadores sociales y educadores que le sepan acompañar, amigos que atemperen su soledad y comprendan su vulnerabilidad.

Fuera luce el sol en un precioso día de otoño. Cuando J termine de desgranar los retazos de su vida, saldremos a la calle y seremos para los demás una madre y un hijo que caminan anónimos y por lo tanto felices y normales, como felices y normales me parecen a mí los otros. Y sin embargo, cada cual arrastrará su historia.

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