lunes, 14 de octubre de 2013

Para que no se me olvide

The two children, de Giovanni Boldini

A veces J me hace feliz. Puede sonar muy mal que esto sea tan extraordinario, pero se da la circunstancia de que no es felicidad lo que más recibo de ese hijo. Habitualmente espero desasosiego, obtengo preocupaciones y con su nombre va aparejada la palabra incertidumbre. 

J llevaba poco tiempo saliendo con I, pero el suficiente para tener con ella una relación tormentosa, como me imagino yo que debía de ser la que mantenían Elizabeth Taylor y Richard Burton (salvando las distancias). En el caso de J el modus operandi consistía en amenazar con dejar a I un par de veces por semana, ella lloraba y suplicaba y entonces a J le daba pena y seguía con ella. Su madre le sermoneaba diciéndole que si quería dejarla que lo hiciera, pero que no estuviera amenazando y montando broncas para acabar reconciliándose una y otra vez, que eso no era sano. En una de esas ocasiones J me miró muy serio y de repente reconoció el patrón: "Joé, tienes razón, si es lo que me hacía a mí O".

Unos días más tarde J vino con una carta de I. "Ama, no sabes qué carta me ha escrito I, he llorado cuando la he leído, ¿quieres que te la lea?" Su madre por supuesto que quería. Y se puso a leer un papel mil veces doblado y desdoblado, una hoja cuadriculada escrita con bolígrafo azul. 

Cuando J comenzó a leer parecía un chaval de 14 años con su primera carta de amor. Los ojos le brillaban mientras pronunciaba palabras y frases torpemente enlazadas pero llenas de inocencia y de cariño. Unas frases estaban en castellano y otras en euskera, todo junto y salpicado, como a ella le había venido a la cabeza. Le decía que le quería mucho y que no podía vivir sin él, que no le dejara nunca porque nadie le iba a querer como ella, que para ella era diferente al resto de los demás y que le gustaba mucho. 

Mi hijo parecía tan feliz, tan satisfecho... que a mí se me llenó el corazón de ternura y sentí una inmensa oleada de felicidad, la felicidad de que quieran a tu hijo no entiende de "normalidades" o "diferencias", quiero decir que es la misma para todas las madres, pero cuando un hijo es difícil de querer, ese sentimiento, por excepcional, es mucho más grato. Tan tonta me puse que le saqué una foto porque no sabía cómo conservar ese momento. Ahora lo escribo aquí para que no se me olvide. Algún día lo releeré y me volveré a sentir feliz.

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